Volvió una noche,
señores… Una noche de feriado, gasolera. Volvió tras 27 años de estar
deambulando en la segunda y tercera categoría del fútbol argentino. Con todo un
pueblo que colmó el Beranger para poder apreciar desde cerca el tan anhelado
ascenso a Primera.
Y Temperley volvió, cuando el pueblo Celeste todavía se
estaba despertando del sueño que fue volver al Nacional B.
Faltaban todavía
dos horas para el comienzo del partido y en el estadio ya se palpitaba la clase
de encuentro que tenía Temperley por delante. La gente que llegaba en demasía,
se apretujaba para poder ver este partido tan importante. Los padres, abuelos e
hijos, acompañados de sus banderas celestes, que flameaban bajo el cielo
pintado del mismo color, se preparaban para vivir una tarde-noche especial. Los
cánticos y papelitos que volaban tras la salida del equipo, marcaban una sola
cosa: había que ganar. Y vaya si lo entendieron los guerreros de Rezza; y vaya
si lo entendió Juan Dinneno, que tras una serie de rebotes en el área, fulminó
a Cambiasso, dejándolo sin chance alguna. Luego de ponerse en ventaja,
Temperley cedió la posesión de la pelota y All Boys complicó. Aunque, figurita
repetida, en el arco Celeste hay un superhéroe que siempre responde: Federico
Crivelli. Faltando cinco minutos para que termine el primer tiempo, Javier Grbec,
sí, el guitarrista, selló el 2-0 que hizo delirar a la gente. El ascenso estaba
más latente que nunca, y en el Teatro retumbaba el tan preciado cántico “…el Cele se va de la B/se va porque tiene
huevos y le sobra hinchada para no volver…”.
En el entretiempo
abundaba la incertidumbre. Claro, luego del desahogo por el segundo gol, los de
Floresta reaccionaron rapidísimo y se pusieron a un gol del empate. Incertidumbre
que duró apenas cuatro minutos empezado el segundo tiempo, gracias a la
conexión perfecta de cabeza otra vez de Dinneno, tras un centro preciso de
Romero -incansable por izquierda-. Luego de eso, lo que quedó del partido
estuvo de más. El sueño de Temperley ya era una realidad. Piris, Scotta Esposito, Dabrowski y
Villalba, aquellos artífices del ascenso del ’82, se hicieron piel en Aguirre,
Oroná, Dinneno, Bojanich, Crivelli…
El partido culminó y el pueblo
Gasolero inundó el campo de juego. Al mismo tiempo, las lágrimas de Aguirre y
Crivelli se trasladan a cada hincha Celeste. Los padres lloran con sus hijos. Los abuelos son unos pibes
más gritando por el club de sus amores. Los desconocidos se funden en un abrazo
interminable. Aquellos que durante el partido pedían al cielo, ahora agradecen.
Los jugadores se llenan de gloria. Ascendió Temperley. Después de 27 años
volvió a la máxima categoría del fútbol argentino. El sur está más cálido que
nunca.
Lo mereció el
Gasolero, por lo hecho a lo largo del torneo. Aunque no fue un camino fácil.
Quiso Celeste, y le costó. Quiso y pudo. Fue tanto lo que quiso, que el cielo
negro de la noche, por un momento, se pintó de celeste.
Por Santiago Díaz
@Sanndres